El Silencio que Sostiene la Práctica

Sobre la importancia del silencio durante los retiros

Cuando comenzamos un retiro de meditación en la CSZCM, una de las primeras indicaciones que se ofrece es guardar silencio. No se trata solo de una norma externa, sino de un medio hábil para una transformación profunda. El silencio durante los retiros no es una ausencia, sino una presencia distinta. No es algo que falte, sino un aspecto muy importante que sostiene la práctica.

Durante los primeros momentos del retiro, si la práctica es correcta, nos vamos alejando de las palabras que usamos a diario: las explicaciones, las opiniones, los chistes, las justificaciones. Incluso los comentarios bienintencionados quedan en suspenso. Este silencio nos da la oportunidad de escuchar lo que normalmente pasa desapercibido: el ritmo de la respiración, los pensamientos que vienen y van, la brisa, el canto de un pájaro. Todo eso está ahí, pero solo se revela cuando nos detenemos.

Muchas personas, especialmente aquellas que llegan al retiro y se encuentran con personas afines, sienten que es antinatural no poder hablar entre ellas «con lo poco que nos vemos, ¿cómo vamos a estar en silencio?» Es compresible, compartir es algo bello. Pero también hay un momento para todo. Guardar silencio no es reprimir ni negar la cercanía, sino reconocer que el trabajo que vamos a realizar necesita otra actitud. Una actitud de madurez, de cuidado, de recogimiento.

Hablar cuando el entorno nos está pidiendo justo lo contrario —presencia, atención, profundidad— es ir en dirección contraria al propósito del retiro. Puede que haya buenas intenciones, pero rompe la posibilidad de una experiencia más profunda. Seguir hablando por costumbre, aunque sea por afecto, es una forma de inmadurez. El silencio es una muestra de respeto, tanto hacia la práctica como hacia las personas con las que compartimos ese espacio.

Este silencio forma parte de lo que llamamos la primera etapa del retiro: abandonar las preocupaciones externas. Durante los primeros días, suele hacerse evidente cuánto nos arrastran aún los estímulos exteriores —sonidos, palabras, gestos, expectativas— y cómo nos cuesta soltar la necesidad de reaccionar o intervenir. Guardar silencio se convierte entonces en una forma concreta de cortar ese vínculo con lo superficial y permitir que nuestra atención se asiente.

Y si no conseguimos asentarnos en ese silencio inicial, nos perdemos la posibilidad de avanzar hacia la segunda etapa: abandonar los pensamientos recurrentes. Porque tras soltar lo externo, aparece con fuerza el bullicio interior. Pensamientos, imágenes, juicios surgen como olas incesantes. A menudo, incluso el deseo de meditar bien se convierte en un obstáculo: quien desea meditar está ya atrapado en la dualidad entre quien desea y lo deseado. Solo cuando el silencio exterior ha sido abrazado con honestidad, puede abrirse paso esta segunda renuncia: dejar de sostener lo que emerge en la mente, permitir que los pensamientos vayan y vengan como el viento, sin aferrarnos a ellos.

El silencio nos protege del impulso de hacer y nos ayuda a dejar de construir sobre lo que sucede. En lugar de controlar o interpretar, empezamos a permitir. Y en ese permitir, lo exterior pierde fuerza. De forma natural, va emergiendo una presencia más simple, más abierta, más atenta.

El silencio es una apertura. Nos abre al proceso propio y al de las demás personas, sin juicios ni interferencias. Dejamos de hablar, pero no dejamos de acompañar. Simplemente, aprendemos a hacerlo desde otro lugar: más respetuoso, más compasivo, más silencioso.

Y cuando, al final del retiro, el silencio se rompe, descubrimos que algo en nosotras y nosotros ha cambiado. Las palabras regresan más suaves, menos necesarias. Hemos aprendido que también en el silencio hay comunicación, también ahí hay compañía. Una compañía serena, sin exigencias.

En la Comunidad Soto Zen Camino Medio, valoramos el silencio como un pilar de la práctica. Es un modo de regresar a lo esencial, de recordar que no estamos aquí para añadir, sino para soltar. No para construir una identidad, sino para habitar con sencillez esta vida que ya está ocurriendo.

En silencio, dejamos que lo innecesario se disuelva.
En silencio, permanecemos con lo que realmente importa.

Comunidad Soto Zen Camino Medio
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