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Elena Lopez Rodríguez.
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Daizan Soriano
SuperadministradorBuen día, ayer se alargó un poco la sesión y no hubo mucho tiempo para preguntas. Copio aquí las que surgieron en el WhatsApp de la comunidad. Y os invito a realizar cualquier aportación o pregunta que consideréis interesante.
1. ¿Cómo practicas el amor incondicional con alguien que no te trata bien?
Amor incondicional no significa aceptar el abuso ni permitir que alguien nos haga daño porque sí. Más bien, es una práctica de apertura y comprensión que no está basada en el ego, en el yo y lo mío, ni en la necesidad de recibir algo a cambio. En el budismo Soto Zen, este amor se cultiva desde la ecuanimidad y la compasión, pero también desde el discernimiento. Cuando alguien nos trata mal, lo primero es recordar que su conducta suele ser reflejo de su propio sufrimiento y de sus condicionamientos. No se trata de justificarlo, sino de ver más allá de la superficie y comprender que cada persona actúa desde sus propias tendencias kármikas, desde sus propias heridas.
Practicar el amor incondicional en estos casos significa no quedar atrapados en la reactividad, no alimentar el resentimiento ni devolver el daño. Esto no implica que debamos tolerar cualquier trato. De hecho, una de las formas más profundas de amor es poner límites con firmeza y claridad, evitando que el sufrimiento se siga perpetuando. También es útil recordar que nadie es completamente bueno ni completamente malo, y que la persona que nos lastima es más que sus acciones. Cultivar la bodhicitta, como veremos en la próxima sesión del curso, cultivar la aspiración al despertar por el bien de todos los seres, nos ayuda a reconocer que, en el fondo, incluso quienes nos dañan desean ser felices, aunque a veces no sepan cómo.
El amor incondicional no es un sentimiento ingenuo ni pasivo, sino una práctica activa que requiere conciencia, paciencia y responsabilidad. Es aprender a mirar con compasión sin perder la claridad, reconociendo que nuestra dignidad y bienestar son la base, somos el ser humano que tenemos más cerca.
2. ¿Cómo indagas el dolor y el sufrimiento sin caer en rumiar?
La clave está en observar sin identificarse. En el budismo Soto Zen, cultivamos esta actitud simplemente sentándonos y permitiendo que las experiencias surjan sin quedar atrapados en ellas. Cuando nos enfrentamos al sufrimiento, la tendencia habitual es repetir mentalmente la historia, añadiendo juicios, interpretaciones y suposiciones que lo alimentan aún más. En lugar de hacer esto, podemos aprender a sentir el dolor directamente, sin adornos, sin narrativa.
¿Cómo lo hacemos? Llevando la atención al cuerpo y sintiendo cómo se manifiesta físicamente el sufrimiento en él. ¿Se siente como un nudo en el estómago? ¿Como una presión en el pecho? Cuando lo observamos con curiosidad, sin añadir comentarios ni resistencias, suele cambiar, volverse menos sólido. La rumiación es una trampa mental que nos hace girar en círculos, pero la observación atenta nos permite ver que el dolor no es fijo, no es algo sólido ni absoluto, con entidad propia.
El sufrimiento es parte de la condición humana, pero no lo define todo. Cuando la mente comienza a enredarse en pensamientos repetitivos, volver a la respiración o al contacto con el entorno, ayuda a recuperar perspectiva. No se trata de evitar el dolor ni de minimizarlo, sino de permitir que se exprese sin quedar atrapados en él. Cuando dejamos de luchar contra lo que sentimos y simplemente lo reconocemos con ecuanimidad, el sufrimiento pierde parte de su fuerza y se convierte en algo más manejable.
Indagar el sufrimiento sin caer en la rumiación es un arte que se va perfeccionando con la práctica. No significa eliminar el dolor, sino relacionarnos con él de una manera más sabia y libre.
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Daizan Soriano.
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Elena Lopez Rodríguez
ParticipanteBuen día Maestro, buen día compañeros;
Me surge un sentir interno relacionado con la vivencia de «Anātman» que como comentaste Sensei, se comprende desde la visión budista como No-yo, ausencia o insustancialidad de un alma (Atman), sin embargo, en momentos de quietud y observación interna, conservo la sensación de que algo permanece, es muy sutil, me hace sentir en paz, no tiene forma y no se modifica con el paso del tiempo, lo siento dentro de mí y a su vez en todo pero hasta ahora he creído que era algo que compartíamos todas las exitencias, pero si no es el atman, ¿qué es?.Por otro lado aunque y con cierta relación a lo anterior, me gustaría que profundizaras algo más en lo que al budismo se refiere como Impermanencia, porque si todo es impermanente, ¿se entiende que debe existir algo permanente o no?, ¿es quizá la vacuidad (shuniata), lo único que permanece y que compartimos?. Igual es complejo de explicar en palabras pero espero que llegue la esencia de ambas reflexiones.
En Gassho
Elena L.R.Daizan Soriano
SuperadministradorBuen día Elena, te contesto desde mi punto de vista, según lo que he vivido y estudiado.
En el budismo, cuando hablamos de Anātman, no negamos la experiencia de continuidad o de cierta presencia sutil. Lo que se señala es que esa experiencia no tiene una esencia fija, independiente. En la observación profunda, se puede sentir que lo que llamamos «yo» es una red de procesos en constante cambio.
«¿qué es eso que sientes, eso que parece no cambiar, que está en ti y en todo?»
La enseñanza budista nos dice que, aunque no haya un yo inmutable, eso no significa que todo sea un vacío nihilista. La sensación que describes podría ser lo que en la tradición zen llamamos la naturaleza de Buda, que no es un «ser» o una «sustancia», sino la cualidad misma de la existencia despierta. Para Dogen, esta naturaleza no es algo separado, sino que se expresa en cada instante de la práctica y la vida cotidiana.
En cuanto a la impermanencia, sí, todo fenómeno compuesto es impermanente. Pero el budismo no propone que deba haber «algo permanente» para equilibrar esa verdad. Más bien, lo que llamamos «permanencia» es solo una construcción de la mente. En la experiencia directa de la vacuidad, comprendemos que no hay una base última que permanezca, sino que todo surge en interdependencia. Sin embargo, esta interdependencia no es un vacío frío o una nada absoluta, sino la naturaleza dinámica y libre de todas las cosas.
En la tradición zen, esta comprensión no es meramente intelectual, sino vivencial. Es en zazen, en la práctica de la atención plena, donde podemos soltar la necesidad de aferrarnos a «algo» permanente. Entonces, la experiencia de ser plenamente este instante, sin separarlo de lo que llamamos impermanencia, se hace más clara. Es como el fluir del agua: no se detiene, pero no carece de forma.
Es posible que lo que sientes no sea un «algo» que permanece, sino la apertura misma a la experiencia sin apego a la noción de «yo» y «otro». No hay nada que aferrar, pero tampoco hay un vacío frío o desolado. Solo este instante pleno.
Si estas palabras resuenan o si surge otra pregunta desde tu vivencia, no dudes en compartirla, muchas gracias Elena.
En gasshō.
Daizan
Elena Lopez Rodríguez
ParticipanteMuchas gracias Maestro, me siento muy afortunada de ser guiada de esta manera, con sabiduría y claridad tanto en la respuesta de la primera enseñanza como en la de la segunda. Tus palabras resuenan en mi vacío lleno.
En Gassho
Elena
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