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Meditar en grupo es una de las formas más directas de experimentar la interconexión entre todos los seres. En la práctica del budismo Soto Zen, zazen no es solo una práctica individual, es una expresión viva de nuestra común unidad. Practicar junto a otras personas refuerza la constancia y nos ayuda a entrar más fácilmente en el silencio y la presencia compartida.
Muchas personas se acercan a la meditación a través de lecturas, vídeos o prácticas solitarias en casa, buscando silencio y serenidad. Esto puede sostenerse durante un tiempo, pero con frecuencia la práctica termina diluyéndose, la vida nos arrastra y la meditación se deja para otro momento. En cambio, la práctica compartida tiene una cualidad que nos sostiene más allá del esfuerzo individual. No budismo soto zen, la práctica nunca ha sido una búsqueda solitaria, sino una manifestación de interdependencia. Zazen no es un acto personal, sino la expresión colectiva de la vida misma. Cuando nos sentamos juntas en silencio, las respiraciones se acompasan, las mentes se aquietan con mayor facilidad y en el grupo se genera una atmósfera de atención y presencia natural. Esa resonancia común no es algo místico ni emocional, es la experiencia directa de ser uno con todas las existencias.
No medio da comunidade de Soto Zen, este espíritu se hace visible cada vez que nos reunimos en el dojo o en la práctica diaria online. Cada persona aporta su presencia, su intención y su silencio. Aunque no pronunciemos palabra, nos influimos mutuamente. El simple hecho de estar ahí nos recuerda que no estamos separados y que la práctica es más profunda cuando se sostiene en comunidad. La meditación en grupo también cumple una función muy humana: ayuda a mantener la constancia. La mente, cuando está sola, encuentra mil razones para posponer o abandonar la práctica. Pero cuando compartimos un horario, un espacio y un compromiso, la inercia se transforma en disciplina natural. El grupo actúa como un espejo y un apoyo, recordándonos el propósito que nos une: cultivar la atención, la compasión y la comprensión profunda de la existencia.
Ademais, la práctica compartida tiene un poder transformador en la vida cotidiana. En el silencio del grupo aprendemos a escuchar sin juicio, a sostener la presencia sin imponer nuestros intereses personales, a abrir el corazón. La práctica se extiende así más allá del cojín, ya que aprendemos a convivir, a respetar los ritmos y las diferencias, a descubrir que la comunidad no es una suma de individuos, sino un organismo vivo. En el budismo Soto Zen decimos que cuando una persona se sienta en zazen, el universo entero se sienta con ella. Practicar en grupo es un recordatorio tangible de esa interconexión. No practicamos solo para nosotros, sino con todos los seres. Por iso, en la CSZCM fomentamos la práctica en grupo tanto en los dojos locales como en la práctica online. No se trata solo de una cuestión de apoyo o de horarios, sino de reconocer que el espíritu del zen florece en la relación. Practicar juntos es encarnar la enseñanza de la interconexión de todos los seres y recordar que el despertar no pertenece al dominio del yo y no mío, sino que surge naturalmente en la relación entre todos los miembros de la comunidad.
Lo mejor, sin ninguna duda, es experimentarlo en un grupo de confianza, en un lugar donde se respire respeto, silencio y presencia. Nadie puede explicarte del todo lo que significa compartir zazen, del mismo modo que nadie puede describirte el sabor de una manzana. Puedes leer, imaginar o escuchar experiencias ajenas, pero el verdadero sentido solo se revela cuando le das un mordisco.
