Uno de los fenómenos más frecuentes en la práctica de zazen es el sueño. Muchas personas, sobre todo al comenzar, se sorprenden al descubrir que en cuanto adoptan la postura, la mente empieza a nublarse, los párpados se vuelven pesados y en poco tiempo se encuentran cabeceando o incluso sumidos en un pequeño sopor. Para quienes llegan con la expectativa de alcanzar una atención clara y despierta, esto puede generar frustración. No obstant això, dormir en zazen no es algo anómalo, sino un aspecto más del proceso de aprendizaje. Comprender sus causas y explorar formas de trabajar con él nos ayuda a madurar en la práctica.
Dormir forma parte de la vida, tanto como respirar o alimentarse. La necesidad de descanso está inscrita en nuestra biología. Cuando nos sentamos en zazen, estamos creando un espacio de silencio y quietud, un entorno diferente al del día a día, que suele estar lleno de estímulos, tareas y preocupaciones. Ese cambio de ritmo, unido a la calma de la respiración y a la estabilidad de la postura, puede hacer que el cuerpo interprete la situación como una entrada al sueño. En otras palabras: en cuanto nos detenemos, aflora el cansancio acumulado.
Per això, la primera causa evidente del sueño en zazen es simplemente la falta de descanso. Quien llega a la práctica tras dormir poco o mal, encontrará muy difícil sostener una atención clara. Es como pedir a alguien que, tras pasar la noche en vela, lea un libro de filosofía: antes de comprender una sola página, se quedará dormido. El sueño es un límite natural que nos recuerda la importancia de cuidar la vida cotidiana.
Causas físicas, psicológicas y energéticas
Más allá del cansancio acumulado, existen varias razones físicas que favorecen la somnolencia durante la práctica:
- Postura incorrecta. Si la espalda no está bien erguida, los músculos abdominales se relajan en exceso y la respiración se vuelve superficial. Cuando el diafragma no trabaja plenamente, el aporte de oxígeno disminuye, lo cual induce al sopor. Una postura encorvada, aunque sea ligera, suele ser el factor principal.
- Falta de tono muscular. Zazen requiere un equilibrio entre relajación y tensión. Cuando el cuerpo no está habituado a sostener este equilibrio, tiende a “desinflarse”. El resultado es que la cabeza cae y con ella la atención.
- Exceso de calor. Si la sala está demasiado caldeada, el aire pesado contribuye a que el organismo busque descanso. En canvi, un ambiente ligeramente fresco favorece la alerta.
- Digestión pesada. Practicar poco después de una comida copiosa casi garantiza la somnolencia. El cuerpo concentra su energía en el proceso digestivo y resta recursos a la atención mental.
El sueño no siempre se debe al cansancio físico. Muchas veces surge como una forma de evasión psicológica. Cuando nos sentamos en silencio, sin distracciones, pueden aparecer pensamientos, emociones o recuerdos que resultan incómodos. Ante ello, la mente reacciona con un mecanismo sencillo: adormecerse. Es como si dijera: “mejor no ver esto ahora”. En aquest sentit, el sueño se convierte en una resistencia, un muro que se levanta frente a lo que no queremos afrontar.
Otra causa psicológica es la asociación aprendida: en nuestra cultura, sentarse en silencio, cerrar la boca y aquietar la respiración son condiciones ligadas al descanso y al sueño. El cuerpo ha aprendido a responder de esa manera, y se necesita tiempo y práctica para que asocie esas mismas condiciones con la atención despierta.
También tenemos que tener en cuenta el peso de la rutina. Si practicamos siempre a una hora en la que solemos estar cansados (per exemple, a última hora de la noche), el cuerpo mantiene ese patrón y tiende a buscar el descanso. Aquí se hace necesario revisar no solo la técnica, sino también el momento del día en que practicamos.
En la tradición zen se considera que el sueño en zazen puede ser también una forma de desequilibrio en la energía vital. La práctica requiere un ajuste fino entre la relajación y el despertar. Si hay exceso de relajación, caemos en somnolencia; si hay exceso de tensión, nos llenamos de inquietud. Encontrar ese punto medio de “alerta sin esfuerzo”, es un aprendizaje que lleva tiempo.
Desde un punto de vista espiritual, el sueño también puede ser un obstáculo kármico. La somnolencia aparece cuando no hay todavía suficiente resolución, cuando el corazón no está del todo entregado. Es como una nube que cubre la claridad de la mente. Per això, trabajar con el sueño es en cierto modo trabajar con nuestra determinación.
Estrategias prácticas para afrontarlo
El sueño en zazen no debe verse como un enemigo, sino como una señal que nos ayuda a ajustar nuestra práctica. Existen múltiples recursos para hacerlo, que van desde lo más físico hasta lo más sutil.
- Cuidar el descanso cotidiano. Dormir lo suficiente es el primer remedio. No podemos esperar estar despiertos en zazen si pasamos las noches en vela. Esto significa cuidar los hábitos de sueño, acostarse a una hora razonable y procurar un descanso de calidad. La práctica zen no sustituye al descanso fisiológico.
- Revisar la postura. La postura es la llave principal. La columna debe estar erguida, apoyada en la base de los isquiones, con la barbilla ligeramente recogida y la coronilla proyectándose hacia arriba. Cuando la postura es correcta, la respiración se amplía y la mente se despeja. Es útil pedir a una persona con experiencia que observe la postura y haga ajustes.
- Abrir los ojos. Zazen no se practica con los ojos cerrados, sino entreabiertos, mirando hacia el suelo a un metro de distancia. Si sentimos sueño, podemos abrirlos un poco más, dejar que entre más luz y permitir que la atención se avive.
- Respirar conscientemente. Unas cuantas respiraciones profundas al comienzo ayudan a oxigenar el cuerpo. Después, basta con mantener una atención suave en una respiración amplia y profunda. Si notamos que la mente se nubla, podemos intensificar la exhalación durante unas cuantas respiraciones.
- Practicar kinhin. Intercalar periodos de zazen con caminata meditativa es un método muy eficaz. El movimiento reactiva la circulación y despeja la mente. Incluso en medio de una sesión, si la somnolencia es muy fuerte, levantarse y caminar unos minutos puede transformar la energía.
- Ajustar las condiciones externas. Procurar que la sala no esté demasiado caliente, ventilar el espacio o incluso lavarse la cara y la nuca con agua fría antes de sentarse son recursos sencillos que ayudan mucho.
- Observar el sueño como objeto de práctica. En lugar de luchar contra el sueño, podemos contemplarlo. Reconocer la pesadez de los párpados, la lentitud de la mente, el sopor que se instala… Todo ello también forma parte de la experiencia durante la práctica. Observarlo sin resistencia ni juicio puede llevar a descubrir que, en el mismo corazón de la somnolencia, hay un espacio de conciencia.
- Cultivar la determinación. Recordar por qué practicamos, cuál es el sentido profundo de sentarse, despierta una energía que atraviesa la inercia del sueño. A veces basta con renovar el voto interior: “Ahora estoy aquí, con todo mi ser”.
En los textos budistas, el sueño y la pereza forman parte de los llamados “cinco obstáculos” de la meditación, junto con el deseo, l'aversió, la agitación y la duda. Estos cinco estados se consideran barreras que oscurecen la mente. La somnolencia se describe como un velo que cubre la claridad. La forma de trabajar con ella es cultivar su opuesto: la energía y la atención.
Esto no significa forzar, sino aprender a sostener un espíritu vivo. Los comentarios tradicionales señalan que la somnolencia se supera con la atención cuidadosa al cuerpo, la respiración y, sobretot, con la práctica constante. Como las nubes que se mueven en el cielo, el sueño también pasa cuando se le da espacio. Paradójicamente, el sueño puede ser un gran maestro. Nos recuerda nuestros límites, nos enseña a ser humildes y nos obliga a cuidar la vida cotidiana. Al mismo tiempo, nos muestra la delgada línea que separa la conciencia clara de la inconsciencia. Explorar esa frontera nos ayuda a comprender mejor la naturaleza de la mente.
Algunos practicantes han descubierto que, al atravesar el sopor sin rechazarlo, surge una conciencia distinta, más amplia, como un despertar dentro del sueño. Esto requiere paciencia y confianza. No se trata de “luchar contra” el sueño, sino de aprender a estar presentes incluso en medio de la somnolencia. Dormirse en zazen no es un fracaso, sino parte del proceso. Todos los practicantes, desde los principiantes hasta los más veteranos, se han enfrentado a este obstáculo. Lo importante es no desanimarse, sino ver en ello una oportunidad para profundizar en la práctica. Amb el temps, el cuerpo se acostumbra, la mente se aclara y el sueño deja de ser un visitante constante.