Budismo Soto Zen: Tu vida tal como es.

Quizá te has sentido atraído al budismo zen por su capacidad para transformar la relación con la mente o por la curiosidad hacia sus profundas enseñanzas. Quizá te estás acercando por primera vez, con la esperanza de encontrar un antídoto para la inquietud de tu mente, o quizá ya lleves un tiempo en este camino y te preguntes cuándo experimentarás esa paz que tanto se menciona en las enseñanzas. Tal vez incluso tengas años de experiencia, pero aún sientas frustración porque tu mente no se ha “estabilizado” o “asentado” como esperabas. Permíteme compartirte algo importante: tu intención es admirable, pero quizá estés persiguiendo un objetivo equivocado.

La práctica de zazen, como se enseña en la tradición Soto Zen, no tiene como propósito principal calmar la mente ni alterar el contenido de nuestras experiencias para hacerlas más agradables o confortables. Más bien, apunta a transformar la manera en que nos relacionamos con lo que surge momento a momento. Zazen no busca suprimir ni ignorar aquello que consideramos “indeseable” en nosotros mismos, sino ofrecer una mirada directa y compasiva hacia todo lo que aparece en el vasto paisaje de nuestra mente y corazón.

Esto puede sorprender tanto a principiantes como a practicantes veteranos, pero esforzarse por alcanzar un estado específico o eliminar ciertas experiencias va en contra del espíritu de la tradición Soto Zen. El verdadero propósito de zazen no es manipular nuestra experiencia, sino permitir que el flujo natural de pensamientos, sensaciones y emociones se despliegue mientras permanecemos profundamente presentes y receptivos. Esta práctica no consiste en crear un estado idealizado de paz, sino en cultivar una apertura a lo que es tal cual es.

Aprendemos que la práctica no consiste en alcanzar un destino específico, sino refinar nuestra forma de actuar frente a cada momento, cultivando una atención que permita responder en lugar de reaccionar. En lugar de reaccionar automáticamente, aprendemos a observar con claridad y a responder con conciencia. Por exemplo, al sentarnos en zazen, elegimos un objeto primario de atención, como la sensación de la respiración entrando y saliendo del cuerpo. Cuando surgen pensamientos, juicios o emociones, no buscamos aferrarnos a ellos ni rechazarlos; simplemente los reconocemos, los dejamos estar y volvemos al objeto primario. Este proceso es un ejercicio constante de volver al presente, una y otra vez, con paciencia y humildad.

En zazen, además del objeto primario, a menudo emergen objetos secundarios: pensamientos, sensaciones o imágenes que buscan atraer nuestra atención. La clave está en no rechazarlos ni aferrarnos a ellos, sino observarlos con curiosidad y luego regresar al objeto primario. Esto nos enseña a relacionarnos con todo lo que surge de manera ecuánime, permitiendo que las experiencias fluyan sin resistencia ni apego.

En la tradición zen, existe una historia que ilustra con claridad la importancia de no aferrarse ni rechazar las experiencias que surgen en nuestra conciencia, y cómo esto puede liberarnos del sufrimiento innecesario. Se cuenta que dos monjes, Tanzan y Ekido, caminaban juntos por un camino embarrado después de una intensa lluvia. Al llegar a una curva, encontraron a una persona que tenía dificultades para cruzar un gran charco debido al terreno resbaladizo. Tanzan, sin dudarlo, se ofreció a ayudar y la cargó en brazos hasta el otro lado. Luego, los monjes continuaron su camino en silencio. Horas después, al llegar al templo, Ekido, visiblemente inquieto, le dijo a Tanzan: “Como monjes, debemos mantener una conducta clara y evitar acciones innecesarias. ¿Por qué te detuviste a ayudar?. Tanzan respondió con calma: “Yo dejé a esa persona allí. ¿Tú todavía la llevas contigo?. Al igual que Tanzan, debemos aprender a interactuar con las experiencias de la vida sin aferrarnos ni rechazarlas, permitiendo que cada momento fluya y se disuelva naturalmente.

Cuando en zazen surgen pensamientos perturbadores, recuerdos o emociones intensas, los tratamos como visitantes temporales que merecen nuestra atención amable y una observación sin juicio. Los maestros zen a menudo describen estos surgimientos como invitados que llegan a nuestra conciencia. Nuestra tarea es recibirlos con curiosidad, observarlos sin identificarnos con ellos y, cuando sea el momento, permitirles partir.

Esta forma de relacionarnos con nuestra experiencia se extiende a todas las áreas de la vida. Ya sea al lavar los platos, caminar o realizar cualquier otra actividad cotidiana, la práctica consiste en estar completamente presentes, atentos a cada acción y sensación. En lugar de buscar resultados específicos, simplemente nos dedicamos por completo a lo que está frente a nosotros. Entendemos que todo lo que surge en nuestra conciencia es el resultado de causas y condiciones innumerables. Este principio de interdependencia, conocido como karma, nos invita a tratar cada pensamiento y emoción con respeto, reconociendo que forman parte de un vasto entramado de vida. Al hacerlo, contribuimos a transformar no solo nuestra propia mente, sino también el mundo que nos rodea.

Es importante entender que Zazen no se limita solo a meditación sentada, sino también a todo lo que hacemos en nuestra vida diaria, desde las tareas simples hasta los momentos difíciles. Es una práctica integral que impregna cada aspecto de nuestra vida. A medida que profundizamos en ella, descubrimos que no hay experiencia, por mundana que parezca, que quede fuera de su alcance. Todo se convierte en una oportunidad para cultivar presencia, compasión y sabiduría. Por tanto, la práctica del zen no es una herramienta para alcanzar estados particulares de conciencia, sino un camino para habitar plenamente tu vida tal como es y para encontrar en este camino una guía para andar con corazón abierto y mente clara en cada momento de tu vida.