Sentarse en una Silla para Meditar

Una de las ideas preconcebidas más extendidas sobre la meditación es que solo puede practicarse en una postura de loto o en un cojín en el suelo. Esta creencia, más que una verdad, suele convertirse en una excusa para no practicar. Lo cierto es que lo fundamental en la meditación no es dónde te sientas, sino cómo te relacionas con la experiencia que surge en cada momento de tu vida.

En el budismo Soto Zen, se pone énfasis en la postura porque la forma y la mente están interconectadas. Pero esto no significa que quien no pueda sentarse en el suelo esté excluido de la práctica. Sentarse en una silla puede ser igualmente válido si se hace con atención y la actitud adecuada.

Cómo Sentarse Correctamente en una Silla

Si decides meditar en una silla, hay algunos aspectos importantes a considerar:

  • Mantén la espalda erguida, sin apoyarla en el respaldo si es posible. La estabilidad de la postura favorece la estabilidad de la mente.
  • Los pies deben estar bien apoyados en el suelo, para mantener una base firme. Si la silla es alta, puedes usar un apoyo bajo los pies.
  • Las manos pueden descansar sobre el regazo, como en zazen, con los pulgares en contacto en el mudra cósmico, o simplemente apoyadas sobre los muslos.
  • La cabeza se mantiene erguida, con la barbilla ligeramente recogida, alineando el cuello con la columna.
  • La mirada puede dirigirse ligeramente hacia abajo, con los ojos entreabiertos, como recomendamos en la tradición Soto Zen.

Las Excusas Más Comunes para No Meditar

Cuando alguien dice que no puede meditar porque no puede sentarse en el suelo, generalmente hay algo más detrás de esa afirmación. Veamos algunas excusas frecuentes y cómo desmontarlas:

  • «No puedo cruzar las piernas» → No es necesario. Sentarse en una silla o incluso acostarse (con atención) son opciones viables.
  • «Me duele la espalda» → Ajusta la postura, usa cojines o busca una posición donde la espalda esté alineada sin tensión.
  • «No tengo tiempo» → Cinco minutos de práctica son mejor que nada. Puedes meditar en cualquier momento del día.
  • «No puedo dejar de pensar» → Nadie puede. La práctica no consiste en detener el pensamiento, sino en observarlo sin aferrarse a él.
  • «No estoy en el estado de ánimo adecuado» → Precisamente por eso es importante practicar. No se trata de estar en un estado ideal, sino de aprender a habitar cada momento tal como es.

La Historia del Rey y la Enciclopedia del Saber

Cuenta una antigua historia que un rey, deseoso de conocer todo el saber del mundo, pidió a los más sabios de su reino que reunieran en una enciclopedia toda la sabiduría existente. Los sabios trabajaron durante años y regresaron con una obra monumental de cientos de volúmenes. Pero el rey, viendo que le sería imposible leer todo aquello en su vida, les pidió que lo redujeran a lo esencial.

Tras varios años más de trabajo, los sabios regresaron con una decena de libros. Sin embargo, el rey, ya anciano, les pidió que lo condensaran aún más. Así continuó el proceso hasta que finalmente, poco antes de morir, los sabios le presentaron una sola frase:

«Todo pasa.»

El rey comprendió entonces que toda la sabiduría del mundo podía resumirse en esa sencilla enseñanza y finalmente falleció.

Al igual que la búsqueda de conocimiento puede dispersarse en detalles innecesarios, también podemos perdernos en excusas para no practicar. La mente es experta en complicar lo que es simple. No necesitamos la postura perfecta, ni el entorno ideal. Solo necesitamos sentarnos y estar presentes.

Más que las limitaciones físicas, lo que realmente impide la práctica es nuestra resistencia interna. Si queremos esperar el momento perfecto para meditar, probablemente nunca llegue. Pero si dejamos de lado las excusas y simplemente nos sentamos, aunque sea en una silla, abrimos la puerta a la transformación. Lo importante no es la forma exacta en la que te sientas, sino tu compromiso con la práctica.

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