En el budismo Soto Zen, cada aspecto de la práctica es una oportunidad para expresar atención, respeto y sencillez, es nuestra manera de considerar todo lo que nos rodea como sagrado. La forma de vestir en el dojo no es una excepción. No se trata de imponer una norma externa, ni de seguir ciegamente una forma de vestir exótica, sino de cultivar una actitud interna de recogimiento, dignidad y armonía con la comunidad.
Vestirse adecuadamente para la práctica es un acto de atención plena y compromiso. Nuestra ropa no solo habla de nosotros y nosotras, sino también de nuestra disposición a fluir en el cuerpo colectivo de la sangha, sin destacar y sin distraer. Es una forma de hacer visible la decisión de soltar temporalmente la individualidad para entregarnos a zazen y a las actividades del dojo con una mente abierta y disponible.
Simplicidad y neutralidad
La ropa ideal para asistir al dojo debe ser sobria, cómoda y de colores neutros a ser posible (negro, gris, azul marino, marrón). Evitando los estampados, las marcas visibles o cualquier adorno llamativo. Pantalones o falda hasta los tobillos y los hombros cubiertos. La simplicidad en el vestir ayuda a crear una atmósfera de recogimiento y concentración, propicia para la práctica de zazen.
Las prendas deben permitir sentarse con facilidad en la postura de zazen, sin tensar el cuerpo ni crear ruidos al moverse. No deben ser ajustadas ni provocar distracciones. Se recomienda el uso de pantalones anchos, camiseta o jersey liso, y calcetines blancos.
El samue: nuestra vestimenta de práctica
En la Comunidad Soto Zen Camino Medio utilizamos el samue como vestimenta habitual para la práctica. El samue es una prenda tradicional japonesa, sencilla y cómoda, diseñada originalmente para el trabajo diario de los monjes. Hoy en día se ha convertido en el atuendo preferido para la práctica de zazen en muchas comunidades zen.
El samue puede ser de color gris o negro, y está disponible para cualquier practicante, sin necesidad de haber recibido ordenación de bodhisattva. Es fácil de adquirir en tiendas online, aunque muchas personas lo encargan a una costurera para que lo confeccione a medida, con tejidos naturales y adaptado al cuerpo de cada quien. Vestir el samue es una forma de unificar la práctica y mostrar con el cuerpo nuestro compromiso con la vía.
El rakusu y el kesa: herencia del Buda
Quienes han recibido la ordenación de bodhisattva dentro de la tradición Soto Zen suelen portar el rakusu, una especie de pequeño kesa o manto de práctica, cosido por la persona practicante y entregado en ceremonia. Se lleva sobre el cuello, con reverencia, cada vez que se asiste al zazen o a otras actividades formales.
Los bodhisattvas con más experiencia utilizan el kesa, el manto tradicional completo. Esta prenda tiene un origen muy antiguo, que se remonta directamente al propio Buda Shakyamuni. Se dice que el Buda, al observar los campos de arroz divididos en terrazas rectangulares, encontró en esa imagen una expresión visual de orden y armonía. Inspirado por ella, pidió a sus discípulos que cosieran sus hábitos a partir de retazos de tela desechada, recogidos de crematorios o basureros, teñidos de color ocre para borrar su pasado y cosidos siguiendo el patrón de los campos de cultivo. Así nació el kesa: una vestimenta hecha de fragmentos, símbolo de humildad, desapego y comunión con la tierra. Llevarlo es asumir, en cuerpo y corazón, el compromiso con la vía del despertar. Es una forma de honrar la sencillez radical de la vida monástica tal como fue concebida por el Buda, y también de mantener viva esa transmisión a lo largo de los siglos.
Perfumes, joyas y maquillaje
Por respeto a la atención del grupo y a la atmósfera de silencio del dojo, se recomienda no utilizar perfumes, colonias u otros productos aromáticos. También se evitan joyas, pulseras o colgantes llamativos, así como maquillajes intensos. En el dojo, todo tiende a la desnudez esencial: estar presentes tal como somos, sin adornos, sin añadidos.
Una práctica de unidad
La forma de vestir en el dojo no es una regla impuesta desde fuera, sino una enseñanza que se encarna. Cuando muchas personas se reúnen vestidas con sobriedad, sentadas en silencio, surge una energía común, difícil de describir. Es como si los cuerpos se armonizaran en un solo cuerpo, y las mentes comenzaran a vibrar en una misma frecuencia de quietud.
Al vestirnos para la práctica, lo hacemos a conciencia, respirando mientras doblamos la ropa, preparando con cuidado lo que llevaremos al dojo. Esa atención, esa presencia, ya es parte de zazen.
