Cinco remedios para los obstáculos
La mente humana en la tradición budista se compara a menudo con un estanque, y la práctica espiritual con el esfuerzo de ver su fondo. Sin embargo, cuando nos encontramos bajo la influencia de ciertos obstáculos, la claridad mental se pierde, dificultando ver el fondo, es decir, comprender nuestra verdadera naturaleza. Estos obstáculos pueden aparecer repetidamente a lo largo de nuestra vida. Es crucial aprender a manejarlos desde el momento en que se presentan, porque, si logramos hacerlo, estos obstáculos se transforman en valiosas oportunidades para fortalecer, clarificar y profundizar nuestra práctica espiritual. Sin embargo, esta tarea no se puede llevar a cabo mediante la represión, ya que reprimir los obstáculos es un acto de rechazo que solo amortigua nuestra conciencia y nos impide vivir plenamente. Tampoco es recomendable dar rienda suelta a estas dificultades, ya que reforzarían nuestros viejos hábitos, lo que podría causar más problemas a largo plazo.
Entonces, ¿qué podemos hacer si no reprimimos los obstáculos ni tratamos de expresarlos de manera descontrolada? La forma más efectiva de trabajar con las dificultades que aparecen durante la práctica es ser conscientes de ellas y convertirlas en el objeto de nuestra atención. De este modo, el poder de la atención plena permite transformar estos obstáculos en parte de nuestra meditación, brindándonos la oportunidad de utilizar la conciencia para cultivar la comprensión y la sabiduría.
Trabajar con los obstáculos se convierte así en una fuente de energía y visión profundas. Al observar directamente la naturaleza del deseo, la aversión, la duda y el temor, empezamos a comprender cómo estas fuerzas influyen en nuestra mente y, usar su poder para vivificar y potenciar nuestra práctica.
La atención plena es un método extraordinariamente sencillo, pero su poder radica en que nos permite transformar las dificultades sin necesidad de luchar contra ellas. Más bien, permite que estas energías revelen sus propios patrones de funcionamiento. Así, aprendemos a experimentar incluso las manifestaciones más extremas sin identificarnos ni quedar atrapados por ellas.
1. El remedio para el deseo
Veamos ahora cómo aplicar esta forma de trabajo a nuestra práctica meditativa. ¿Qué podemos hacer, por ejemplo, si nos enfrentamos al deseo, al anhelo o a la codicia? Primero, debemos observar directamente el estado mental en cuestión e incluirlo en nuestro campo de conciencia, etiquetándolo mentalmente como «deseo». Luego, debemos ser capaces de observar el deseo del mismo modo que observamos la respiración o las sensaciones corporales.
Cuando aparece un deseo intenso, debemos prestarle toda nuestra atención e identificarlo claramente. ¿De qué tipo de deseo se trata? ¿Qué sensaciones nos produce? ¿Qué zonas del cuerpo se ven más afectadas? ¿Dónde lo experimentamos con más intensidad? ¿Nos sentimos agitados, felices, abiertos o bloqueados? Al acercarnos al deseo y observarlo con atención, podemos aprender mucho sobre esta fuerza tan importante en nuestra vida. Por ejemplo, al observar el deseo descubrimos que genera tensión, que es doloroso y que surge de nuestra sensación de carencia, en la idea de que somos seres separados e incompletos.
Sin embargo, al investigar más profundamente, también descubrimos que el deseo es impermanente y carece de esencia real; es solo un pensamiento acompañado de su correspondiente sentimiento que atraviesa nuestra mente. Y eso es todo. Así pues, cuando aparezca el deseo, observémoslo y dejémoslo evolucionar sin interferir con él. Si el deseo es demasiado poderoso, volvamos a la respiración y al cuerpo para devolver equilibrio a nuestra mente. Mantener la atención en todo momento es fundamental, ya que solo a través de la conciencia podremos obtener visión y sabiduría.
En la tradición budista, uno de los ejemplos más conocidos de la superación del deseo lo encontramos en la historia de Buda bajo el árbol Bodhi. Cuando Siddhartha Gautama estaba a punto de alcanzar la iluminación, Mara, el dios de la tentación, trató de distraerlo con visiones de mujeres bellas y otros deseos terrenales. Buda, en lugar de ceder a estos deseos o tratar de rechazarlos con fuerza, los observó con calma y permaneció en su meditación, reconociendo que estos deseos eran ilusiones que surgían en su mente. Al hacerlo, las tentaciones de Mara se desvanecieron, y Siddhartha alcanzó la iluminación.
2. El remedio para la aversión
¿Cómo podemos trabajar con la aversión, el sentimiento opuesto al deseo? Nuevamente, debemos empezar por ser conscientes del odio, experimentarlo plenamente y etiquetarlo mentalmente como «odio». Este sentimiento nos ofrece una nueva oportunidad para aprender y encontrar una libertad más profunda. No debemos temer al odio; en su lugar, debemos investigarlo atentamente.
¿Cómo experimentamos el odio? ¿En qué zona del cuerpo lo percibimos con mayor intensidad? ¿Cuál es su efecto sobre nuestra respiración? ¿Cómo influye en nuestra mente? El odio puede enseñarnos mucho porque revela con precisión nuestros bloqueos, límites, creencias y miedos más profundos. Observar el odio nos permite ver que está condicionado por nuestra perspectiva del momento, lo que significa que es impermanente. Como es un sentimiento asociado a un conjunto de sensaciones y pensamientos pasajeros, no hay necesidad de aferrarse a él ni dejarse arrastrar.
La mayoría de nosotros hemos aprendido a rechazar el odio, a verlo como algo «malo», doloroso o vergonzoso. Pero, al observarlo, también descubrimos que este rechazo refuerza nuestra tendencia a reprimirlo. Debemos abrir nuestra mente y corazón para experimentar completamente el odio, aunque esto signifique remover el dolor y la rabia que albergamos en nuestro interior. Estas son fuerzas que mueven nuestra vida, y debemos aprender a experimentarlas y reconciliarlas dentro de nosotros. No se trata de deshacerse de ellas, sino de aprender a comprenderlas.
Puede ser necesario etiquetar la aparición del odio una y otra vez antes de alcanzar un estado equilibrado y consciente. Esto es natural. Debemos recordar que el odio, como cualquier otro obstáculo en la práctica, puede convertirse en uno de nuestros maestros más importantes.
El juicio también es una forma de aversión. Cuando lo observamos detenidamente, descubrimos que no es más que una serie de pensamientos en nuestra mente. Al reconocer esto, podemos aprender mucho sobre la naturaleza de la mente que juzga y el sufrimiento que estos juicios generan en nuestras vidas.
Otra forma de aversión es el miedo, que tarde o temprano aparecerá en nuestra práctica, a veces con gran intensidad. En esos momentos, debemos etiquetarlo mentalmente como «miedo» y observar cómo se manifiesta en nuestro cuerpo. Al permitirnos experimentar el miedo y ser conscientes de él, con la práctica llegamos a familiarizarnos con él. A medida que nuestra atención crece, podemos experimentar sensaciones de gozo y libertad, nacidas de la atención ecuánime y del interés profundo por el momento presente. Este gozo surge cuando dejamos de estar a merced del rechazo y el temor.
Una poderosa historia sobre la superación de la aversión es la del encuentro de Buda con Angulimala, un notorio bandido. Angulimala había jurado matar a mil personas y ya había asesinado a 999 cuando se encontró con Buda. Lleno de odio, Angulimala intentó atacar al Buda, pero no pudo alcanzarlo. Buda, sin miedo ni aversión, le habló con compasión. La calma y el amor de Buda desarmaron el odio de Angulimala, quien decidió renunciar a su vida violenta y convertirse en un monje. La transformación de Angulimala muestra cómo la aversión, cuando se enfrenta con sabiduría y compasión, puede ser superada y convertida en un camino hacia la redención.
3. El remedio para la somnolencia
La indolencia y la somnolencia son obstáculos comunes en la meditación. La somnolencia puede deberse a tres causas principales. La primera es la falta de sueño, que suele presentarse durante los primeros días de un retiro o después de una jornada agotadora. Este tipo de somnolencia se resuelve con descanso.
La segunda causa de somnolencia es la resistencia a experimentar un estado mental o físico que nos resulta desagradable o temeroso. En este caso, la somnolencia actúa como una forma de evitación. La tercera causa es un desequilibrio entre la concentración y la energía durante la práctica. A medida que la somnolencia se instala, la mente se disipa y el desaliento aparece.
Sin embargo, la somnolencia es un estado que podemos trabajar, aunque requiere toda nuestra energía. La mayor parte de nuestra vida la vivimos medio dormidos, y la meditación es lo único que puede despertarnos. Para enfrentar la somnolencia, debemos empezar por ser conscientes de su presencia y prestarle atención plena. Al observar cómo la somnolencia afecta nuestro cuerpo y mente, podemos descubrir sus causas y trabajar en ellas. A veces, simplemente ser conscientes del sueño y tratar de investigarlo puede despertar la energía necesaria para disiparlo.
Existen varias formas de trabajar con la somnolencia, como sentarse erguido, realizar respiraciones profundas, meditar con los ojos abiertos, o mojarse el rostro. Si nada de esto funciona, descansar puede ser la mejor opción.
En una ocasión, el venerable Mahakassapa, uno de los principales discípulos de Buda, se enfrentó a la somnolencia durante su práctica meditativa. En lugar de ceder al cansancio, Mahakassapa decidió redoblar su esfuerzo. Se mantuvo en una postura recta, mantuvo los ojos abiertos y caminó meditativamente para mantenerse despierto. Su firme determinación le permitió superar la somnolencia y alcanzar un estado profundo de concentración.
4. El remedio para la inquietud
El siguiente obstáculo es la inquietud. Cuando la inquietud aparece, debemos evitar juzgarla o condenarla, ya que, como cualquier otro fenómeno, es condicionada y pasajera. Al etiquetarla como «inquietud» y observarla sin identificarnos con ella, podemos experimentar la inquietud sin caer en su trampa.
La inquietud puede ser incómoda porque invade el cuerpo con tensión y la mente con preocupaciones. Si la inquietud es intensa, podemos decirnos: «Estoy listo. Seré el primer meditador en morir de ansiedad». Al entregarnos a la inquietud y observarla sin resistencia, descubrimos que es un estado compuesto de pensamientos, sentimientos y sensaciones, y que su poder sobre nosotros depende de nuestra creencia en su solidez.
La concentración es un buen antídoto contra la inquietud. Cuando es demasiado fuerte, contar las respiraciones puede ayudar a calmar la mente. También es útil recordar que la vida, al igual que la meditación, sigue ciclos. Al aprender a relacionarnos con todos los aspectos de la vida con calma y humor, desarrollamos una aceptación que es fundamental para el crecimiento de la comprensión y la visión penetrante.
Ananda, el fiel asistente de Buda, se enfrentó a una gran inquietud después de la muerte de Buda. Temía no poder alcanzar la iluminación sin la guía de su maestro. Esta inquietud lo mantuvo en constante preocupación y ansiedad. Sin embargo, Ananda decidió observar su inquietud y practicar diligentemente la meditación, enfocándose en su respiración para calmar su mente. Finalmente, la noche antes del primer concilio budista, Ananda alcanzó la iluminación.
5. El remedio para la duda
El último obstáculo es la duda. Al observarla cuidadosamente y sin identificarnos con ella, podemos ver que la duda es solo un proceso mental, una serie de pensamientos encadenados que normalmente están asociados a sentimientos de miedo y resistencia. Reconocer esto transforma la duda en una fuente de conocimiento.
Cuando la duda invade nuestra mente, no podemos concentrarnos en un objeto determinado, y la mente vagabundea sin llegar a una decisión. El antídoto es volver al momento presente una y otra vez, hasta que la confusión desaparezca gradualmente.
La duda también puede manifestarse en pequeñas resistencias, que, con la práctica adecuada, pueden superarse. Sin embargo, detrás de estas pequeñas dudas, puede surgir una Gran Duda, que cuestiona nuestra verdadera naturaleza y el significado de la bondad y la libertad. Esta Gran Duda es una fuente de energía e inspiración para la práctica, ya que nos impulsa a buscar el fin del sufrimiento. Al mantener un espíritu investigador, descubrimos el tesoro oculto en cada obstáculo.
Milarepa, el gran yogui tibetano, enfrentó una profunda duda durante su entrenamiento bajo la guía de su maestro Marpa. A pesar de los arduos esfuerzos y las pruebas impuestas por Marpa, Milarepa dudaba de su capacidad para alcanzar la iluminación. Sin embargo, en lugar de rendirse a la duda, Milarepa decidió seguir adelante con fe y determinación. A través de su perseverancia, finalmente superó todas las pruebas y alcanzó un alto estado de realización espiritual.
El camino hacia el despertar es el legado más grande de la humanidad, pero a veces parece difícil de recorrer. El propósito de la práctica no es crear un estado mental especial, sino trabajar directamente con los elementos esenciales de nuestra experiencia, aprendiendo a ser libres. Si aprovechamos los obstáculos, estos enriquecerán nuestra vida, convirtiéndose en el abono que nutre nuestra mente y nos ayuda a desarrollar comprensión, compasión y libertad.