Death is one of the most significant and unavoidable human experiences. From time immemorial, The awareness of our own finitude has generated in human beings anguish, preguntas existenciales y, en muchos casos, un profundo sufrimiento. Generally, todo ello permanece en un nivel inconsciente, pero con la práctica de zazen y la profundización en las enseñanzas del Dharma, esta angustia puede volverse cada vez más evidente. A medida que nuestra toma de conciencia se amplía, disminuye la posibilidad de autoengaño, y la realidad de la impermanencia se nos revela con mayor claridad. Aunque a primera vista pueda parecer contradictorio, enfrentar esta inquietud es un signo de que nuestra práctica es honesta y está dando frutos en el buddhadharma.
Esta confrontación con la realidad de la muerte, lejos de ser un obstáculo, es parte esencial del camino. No siempre es lo que esperamos encontrar al embarcarnos en una senda de despertar; a menudo imaginamos un proceso de apertura a estados de bondad y compasión inconmensurables. However, como se suele decir, en el camino espiritual es necesario aceptar tanto las dificultades como las revelaciones luminosas. El propósito de este artículo es ofrecer algunas claves que nos permitan abordar esta cuestión con una mirada enraizada en el Dharma of the Buddha.
En la práctica del Budismo Soto Zen, la muerte no es vista como un enemigo ni como un abismo aterrador, sino como parte inseparable de la vida misma. Para nuestra tradición, en la raíz del miedo a la muerte se encuentra el apego a la identidad y a la idea de un “yo” ilusorio, separado y permanente. Nos aferramos a lo que creemos ser, a nuestras historias, logros y relaciones, y la posibilidad de perder todo ello genera una ansiedad profunda. En el Budismo Soto Zen, esta visión a través del “yo y lo mío” se considera una ilusión, pues la realidad última es que no hay un “yo” fijo e independiente. La existencia es un flujo constante de interdependencia y transformación.
Dogen Zenji, el fundador de la tradición Soto Zen, enseña que “estudiar la Vía es estudiarse a sí mismo; estudiarse a sí mismo es olvidarse de sí mismo”. Este olvido del yo no es una negación de nuestra individualidad, sino un reconocimiento profundo de que no hay un “yo” separado de la totalidad de la existencia, somos interdependientes. En esta comprensión, la muerte deja de ser un acontecimiento trágico y se convierte en un proceso natural de la vida misma.
La práctica central del Budismo Soto Zen es zazen, seated meditation. In zazen, cultivamos la atención plena, abriéndonos plenamente sin apego ni rechazo, a todo lo que aparece en el campo de conciencia, sea lo que sea, cultivando una actitud ecuánime que nos permite una desidentificación con las sensaciones, emociones y pensamientos personales. Decimos, cada inspiración es un nacimiento y cada exhalación es una muerte, permitiendo así soltar el apego a una identidad fija.
Cuando practicamos zazen con autenticidad, experimentamos una forma de “morir” en cada instante: morir a nuestras ideas fijas, a nuestros miedos y expectativas. Over time, esta práctica nos ayuda a soltar el miedo a la gran muerte, porque aprendemos a morir a cada momento sin resistencia. Taisen Deshimaru expresaba esta idea diciendo que “zazen es entrar en el ataúd”. Con esta afirmación, señalaba que en zazen aprendemos a soltar todo apego y a enfrentarnos a la realidad de la impermanencia sin miedo ni rechazo. In this sense, la práctica es una preparación para la muerte y, al mismo tiempo, un camino para vivir con mayor libertad, menos “yo” y menos miedo.
Desde la perspectiva budista, la vida y la muerte no son opuestos absolutos, sino dos aspectos de una misma realidad. No hay un momento en que “dejemos de existir” en un sentido absoluto; rather, nos transformamos. Como las olas en el océano, nuestra forma cambia, pero el océano sigue siendo el mismo.
Para Dogen, la muerte es “la gran iluminación”, un retorno a nuestra verdadera naturaleza. En sus escritos, destaca que “toda existencia es un tiempo sin fisuras”; la idea de un comienzo y un fin es una construcción mental. La práctica zen nos ayuda a disolver esta construcción y a vivir con una percepción de la realidad que va más allá de la dicotomía entre vida y muerte. En el Soto Zen, afrontar el miedo a la muerte no es un ejercicio teórico, sino una práctica concreta de vivir plenamente. Al sumergirnos en la acción presente, al hacer de cada instante una expresión total del ser, el miedo a la muerte se desvanece porque ya no estamos atrapados en una mente que se aferra al futuro o al pasado.
Cada momento de nuestra vida es una oportunidad para despertar. La vida es transitoria, pero en lugar de vivirla desde la angustia, podemos abrazarla con la plenitud del instante. No se trata de evitar el miedo, sino de mirarlo con claridad, sin aversión ni deseo de huida. Esto es fácil de decir y un poco más complicado de practicar, cada cual debe ir a su ritmo, sabiendo que esta es la tarea pero adaptándola a sus circunstancias personales.
Therefore, el miedo a la muerte es natural, pero desde la práctica del Budismo Soto Zen aprendemos a transformarlo en una oportunidad para profundizar en la realidad de la existencia. Through zazen, del desapego a una identidad fija y del reconocimiento de la interdependencia de toda vida, aprendemos a soltar la idea de la muerte como un final absoluto. Cuando nos entregamos completamente a la vida tal como es, sin aferrarnos ni rechazar, la muerte deja de ser un obstáculo. instead, se convierte en una expresión más de fluir, una puerta que no conduce a la nada, sino a la verdad profunda de lo que siempre hemos sido y seremos.
