Introducción a la Práctica de Zazen

La práctica de zazen constituye la esencia del budismo zen. Sin zazen, no puede existir el Zen. Zazen es la práctica del Buda, la experiencia del despertar de la conciencia. A través de zazen, se obtiene una profunda libertad interior y una energía renovada en nuestra vida.

Antes de comenzar zazen, es importante considerar algunos aspectos prácticos que faciliten la concentración y la estabilidad. Estas recomendaciones están inspiradas en la práctica que realizamos en el dojo (lugar de práctica) transmitido por los maestros zen. A partir de estas directrices, cada practicante puede adaptarlas según sus circunstancias.

El lugar

Es recomendable practicar zazen en una habitación silenciosa y, si es posible, destinada únicamente a esta práctica. La iluminación debe ser moderada, ni demasiado brillante ni demasiado tenue, y la temperatura debe ser agradable. La simplicidad y el orden son fundamentales. En un altar ubicado en el centro, se coloca una imagen de Buda o un Bodhisattva. De esta forma, el espacio estará protegido de influencias negativas. Encender incienso, velas y ofrecer flores en el altar es una práctica habitual que refuerza la atmósfera espiritual del lugar, convirtiéndolo en un verdadero dojo.

Entrada al dojo

Tradicionalmente, a la entrada del dojo hay un letrero que dice: «Solo aquellos que buscan sinceramente el Camino del Buda pueden entrar en este dojo». Para ingresar, se requiere una determinación firme y un deseo genuino de practicar zazen. Es necesario dejar de lado los prejuicios sociales, culturales y raciales, así como las ambiciones personales y preocupaciones futuras. En el dojo, solo importa el presente.

Al entrar, se debe pisar con el pie izquierdo sin tocar el umbral de madera. Se avanza un paso y se realiza una reverencia en gasshō (palmas juntas). Gasshō es un gesto de respeto y unidad con los demás practicantes, en el que se unen la mano derecha y la izquierda, armonizando las contradicciones internas. Al saludar, es importante que la columna vertebral permanezca recta y que la cabeza siga la línea de la columna.

Desplazamiento en el dojo

Después de la reverencia, es importante dirigirse de inmediato al lugar asignado para zazen, manteniendo la concentración durante el trayecto. Los pasos deben ser cortos y rápidos, con la mirada fija en el suelo a unos dos metros de los pies. Las manos se colocan en la postura llamada sasshu: el pulgar izquierdo recogido en el puño izquierdo, cubierto por la mano derecha, ambos brazos paralelos al suelo. Esta postura simboliza una combinación de fuerza interior y suavidad exterior, promoviendo una actitud de atención y determinación.

En el dojo, se camina siempre en sentido horario, siguiendo ángulos rectos. Al caminar, se debe mantener una distancia prudente con la persona que va delante, sin detenerse para no interrumpir a los demás.

Sentarse

Al llegar al lugar asignado, se saluda en gasshō hacia el zafu girando girando en el sentido de las agujas del reloj y luego siguiendo el mismo sentido al centro de la sala, manifestando respeto tanto al espacio como a los demás practicantes. El zafu, un cojín utilizado para zazen, es un objeto muy valorado en el Zen. No es un cojín común, sino el asiento del Buda. Al sentarse sobre el zafu, es importante hacerlo con control, sin dejarse caer bruscamente. La postura debe ser estable y equilibrada, con las rodillas firmemente apoyadas en el suelo y la columna vertebral bien alineada.

Inmovilidad

Una vez asegurada la estabilidad de la postura, se realiza un gasshō, inspirando por la nariz y espirando por la boca, antes de colocar las manos en la postura adecuada: la mano izquierda sobre la derecha, palmas hacia arriba, con los pulgares tocándose suavemente. La postura correcta de las piernas y el tono muscular de las manos son esenciales para mantener la inmovilidad durante la meditación. La respiración debe ser silenciosa y nasal, con una espiración larga y profunda.

Zazen

Zazen se refiere a la absorción de la conciencia en su luz original mediante una estabilidad perfecta del cuerpo y la mente. Para alcanzar este equilibrio sereno, es fundamental prestar atención a tres aspectos clave:

  1. Postura corporal correcta: La postura de loto es la ideal para zazen. Si no es posible adoptarla, es recomendable consultar con un maestro zen. La pelvis debe estar ligeramente inclinada hacia adelante, permitiendo que los órganos internos se posicionen de manera óptima, y la columna vertebral debe estar recta. Los ojos se mantienen entrecerrados, con la mirada hacia el interior, sin fijarse en nada específico.
  2. Respiración correcta: La respiración en zazen es lenta, profunda y silenciosa, con una espiración larga que contribuye a un ritmo natural y poderoso. Es importante no forzar la respiración, sino observarla atentamente y permitir que se desarrolle de manera fluida y relajada.
  3. Actitud de la conciencia correcta: Durante zazen, el flujo de pensamientos se ralentiza, permitiendo que la mente alcance un estado de calma y serenidad. Los pensamientos deben dejarse pasar sin aferrarse a ellos ni rechazarlos, permitiendo que la conciencia se sumerja en un estado de pureza más allá del pensamiento dualista.

La práctica de zazen, con la postura, respiración y actitud mental adecuadas, nos conecta con nuestra naturaleza original y nos permite experimentar una conciencia más allá de las limitaciones del intelecto. En este estado, se puede alcanzar una comprensión profunda de la vida y del universo, más allá de las dualidades y oposiciones de la mente ordinaria.

Principales errores en la práctica de zazen

Dōgen Zenji, en su obra Fukanzazengi, aconseja: “Desde el inicio de zazen, debemos evitar tanto la relajación física y mental como la distracción”. Durante zazen, es posible caer en dos estados perjudiciales para la salud física y mental, ambos contrarios al estado de alerta que caracteriza al Buda.

Por un lado, se puede caer en un estado de relajación excesiva tanto física como mental, que se caracteriza por una intensa actividad inconsciente, cercana al sueño, y una falta de tono muscular. Este estado, conocido en japonés como kontin, se manifiesta como somnolencia y falta de claridad mental. La vigilancia disminuye, la conciencia se embota, el cuerpo pierde tono, la cabeza se inclina hacia adelante, los pulgares caen y las manos quedan inertes. La respiración se vuelve totalmente inconsciente, dejándose llevar por su propio ritmo.

Este estado debe ser evitado. La manera más efectiva de hacerlo es reajustando la postura corporal: enderezar la columna vertebral, recuperar el tono muscular y, especialmente, mantener los ojos abiertos.

Por otro lado, podemos caer en un estado de distracción y dispersión mental, conocido en japonés como sanran. Este estado se caracteriza por un tono muscular tenso y una actividad mental muy acelerada. Los pensamientos y sensaciones proliferan, lo mismo que recuerdos y deseos. Esta es la típica actitud de aquellos que «piensan» durante zazen. Físicamente, la barbilla se eleva, los pulgares se tensan, y el cuerpo se crispa. Para evitar caer en este estado, es recomendable enfocarse en una espiración prolongada y suave, dirigir la atención al centro de la palma de la mano izquierda, y reajustar la postura corporal: recoger la barbilla y mantener los pulgares en una línea horizontal.

Al equilibrar el cuerpo, también se equilibra la mente. Como menciona Dōgen Zenji en el Fukanzazengi:

«El zazen del que hablo no es una técnica de meditación que se aprende. Es la manifestación del Dharma de la paz y la felicidad, la práctica-realización de un despertar perfecto. Zazen es la expresión de la realidad última, que no puede ser atrapada por las trampas del intelecto. Una vez comprendida su esencia, se asemeja a un tigre que se adentra en la selva o a un dragón que se sumerge en el océano.»

Levantarse después de zazen

Al concluir zazen, el primer gesto debe ser una reverencia en gasshō. Luego, colocamos los puños cerrados con el pulgar adentro sobre las rodillas, tal como al inicio de zazen, y realizamos un balanceo de izquierda a derecha, comenzando con un pequeño ángulo que gradualmente se amplía, repitiendo este movimiento siete u ocho veces antes de levantarnos.

Al levantarse, es importante moverse con suavidad y sin precipitación, como aconseja Dōgen Zenji:

“Al levantarse, muévanse suavemente, sin prisa y sin pausa, con tranquilidad y deliberación. No te levantes con brusquedad.”

Con un impulso controlado, nos levantamos del zafu girando hacia la derecha, rodeamos el zafu por nuestra derecha y nos situamos detrás de él, mirando hacia la pared. Luego, ajustamos el zafu, extendiendo las rodillas, piernas y columna vertebral, y dejamos caer el peso del cuerpo sobre el zafu mientras exhalamos profundamente. Nos erguimos, hacemos una reverencia en gasshō, giramos nuevamente hacia la derecha y saludamos a los demás practicantes en gasshō.

Salida del dojo

Si la sesión de zazen ha terminado, esperamos a que todos los practicantes hayan ajustado sus zafus y, cuando estén listos, salimos del dojo en sasshu, pisando con el pie derecho y evitando tocar la viga de madera que marca la salida.

Kin-hin: meditación caminando

En el dojo se enseñan las cuatro posturas fundamentales: cómo sentarse, cómo estar de pie, cómo caminar y cómo acostarse, todas ellas posiciones naturales del cuerpo humano.

Entre las sesiones de zazen, se suele practicar una forma específica de caminar llamada kin-hin. Reconociendo la importancia de la postura erguida y el caminar en la vida humana, el budismo zen ha desarrollado este estilo de marcha, basado en una gran concentración y en una perfecta armonía entre movimiento y respiración. La práctica de kin-hin se remonta al Buda Shakyamuni y ha sido cuidadosamente preservada en el Zen. Kin-hin es, en esencia, zazen en movimiento.

Después de realizar una reverencia en gasshō hacia el zafu y los demás practicantes, colocamos el pulgar dentro del puño izquierdo, que se ubica delante del plexo solar, cubriéndolo con la palma de la mano derecha. Esta posición de las manos se llama isshu, similar a sasshu, que se utiliza para caminar a paso rápido en el dojo, para estar de pie y también para hacer kin-hin. Cada practicante puede elegir entre sasshu o isshu para kin-hin, dependiendo de su estado.

Durante kin-hin, la columna vertebral debe mantenerse recta, la barbilla recogida y la nuca alineada. La mirada se fija en el suelo a unos tres metros por delante o en la espalda de la persona que va delante. Kin-hin armoniza el movimiento con la respiración: al comienzo de la inspiración, se avanza el pie derecho. Durante la espiración, todo el peso del cuerpo se apoya en la base del dedo gordo del pie. Es recomendable sentir el contacto del pie descalzo con la tierra. En kin-hin, hay dos fases bien diferenciadas:

  1. Inspiración nasal: Es el momento de avanzar el pie correspondiente. El cuerpo se vuelve ligero, la tensión de los brazos se relaja y el centro de gravedad se desplaza hacia adelante. Se adelanta el pie justo medio paso, y cuando la raíz del dedo gordo toca el suelo, comienza la espiración.
  2. Espiración nasal: Silenciosa y delicada, es el momento de empujar el suelo con la base del dedo gordo del pie adelantado. Todo el peso del cuerpo se apoya en la pierna avanzada, que debe mantenerse recta. Esta fase es densa y requiere encontrar un centro de gravedad estable, con una atención particular en el bajo vientre o hara.

Kin-hin es una marcha rítmica que alterna tensión y distensión, inspiración y espiración. Es importante evitar cualquier oscilación lateral y mantener una postura firme, sin dejar que las caderas se balanceen. Los practicantes avanzados parecen deslizarse más que caminar, con un cambio imperceptible entre inspiración y espiración.

Principales errores en la práctica de kin-hin

Al igual que en zazen, los errores más comunes en kin-hin son la relajación excesiva y la distracción. Si caemos en el estado de kontin, la vigilancia disminuye, el tono muscular se debilita y la atención se adormece, lo que provoca una postura desplomada, la cabeza inclinada hacia adelante y los brazos y manos sin fuerza. En este caso, es necesario enderezar la columna, estirar la nuca y recoger la barbilla, manteniendo la línea invisible que conecta la raíz del dedo gordo del pie con la coronilla. Es recomendable abrir los ojos en este estado.

El otro error es caer en un estado hipertenso, conocido como sanran. En este caso, la cabeza se eleva, la curva lumbar se acentúa demasiado y la espalda tiende a inclinarse hacia atrás. El esfínter se contrae y la zona sexual se abre en exceso. Los codos pueden elevarse por encima del nivel de las manos, y la nuca, el cuello y los hombros se vuelven rígidos. Para corregir este estado, hay que concentrarse en una espiración prolongada, silenciosa y profunda, liberando toda tensión a través de ella. Es fundamental mantener las pupilas fijas y tomar conciencia de los pies, que deben estar paralelos. Un error común es abrir demasiado las puntas de los pies y juntar los talones, lo cual debe corregirse.

Cuando la campana indica el final de kin-hin, adoptamos la posición de sasshu, inclinamos ligeramente hacia adelante en señal de respeto, nos erguimos y volvemos a nuestro lugar de zazen, caminando con pasos cortos y rápidos, siguiendo al practicante delante de nosotros.

Importancia del zafu

El zafu es esencial para la práctica del zazen, ya que facilita una postura adecuada. Al usar un zafu, se permite que la pelvis se incline ligeramente hacia adelante, lo que libera el abdomen y permite que los órganos internos se acomoden de manera más natural. Esto ayuda a que la columna vertebral mantenga sus curvas naturales en la posición correcta.

Sin un zafu, es difícil lograr una curvatura lumbar adecuada, lo que hace que sea más agotador y forzado mantenerse erguido en posiciones como el loto o medio loto. Además, sin la estabilidad que proporciona el zafu, sería complicado permanecer en meditación durante largos períodos. La clave en el zazen es la inmovilidad, y para lograrlo es fundamental una postura estable, algo que el zafu facilita.